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Lo que es hoy México, mucho antes de la conquista como todos los países de América, estaba compuesto por diferentes Naciones que conformaban los pueblos originales. Como todos los pueblos, que empezaron a dejar su modus nómada de subsistencia, se asentaron en las márgenes de los Ríos o lagos, para ayudarse a sobrevivir, al igual que la flora y la fauna autóctona de cada lugar. En tiempos de lluvias no escaseaba las sustancias para alimentarse, tanto de raíces, frutos, caza y pesca, que la naturaleza les prodigaba, también sufrían temporadas de sequías.

Algunos aspectos socio-culturales los caracterizaba a cada una de estas naciones, pero coincidían sobremanera en otras.

 

Un Reino de tantos, de una Nación lejana del otro extremo de un gran oceano, osaron invadir a estos pueblos originales de lo que hoy es nuestro País, alterando su “pacífica” vida cotidiana de estos pueblos que conformaban distintos reinos o señoríos contenidos en éste extenso pedazo de mundo desconocido por aquellos aventureros conquistadores, que por serendipia lo encontraron. A estos pueblos, los súbditos de la Corona Real, de ese otro País de ultramar, lo llamaron Nuevo Mundo. Se percataron que los pobladores eran distintos a ellos: Diferentes características físicas, distinto color de piel, formas de cubrirse el cuerpo, dialectos diversos, incluso entre ellos, pero de una misma raíz lingüística y diferente manera de pensar. Adoraban a muchos dioses representantes de la naturaleza, de la vida y de la muerte. Que hacían guerras frecuentes entre ellos para dominarse unos a otros para hacerse de tributos en especie y humanos, para sacrificarlos y ofrecérselos a sus dioses; y como parte de su alimentación. Ejercían la antropofagia.

 

Los invasores que, de allá del mar vinieron, parecían centauros barbudos, cubierto sus cuerpos de metal, con cuatro extremidades inferiores con pezuñas, y dos superiores con garras; utilizaban instrumentos para sojuzgar a estos pobladores.

Conquistaron a los pueblos del altiplano central y alrededores de este extenso e inimaginable nuevo territorio, con grandes construcciones en forma de pirámides, esculturas diversas y grandes avenidas de acceso a ellas. Sus gobernantes, sacerdotes y otros nobles del pueblo, lucían hermosas vestimentas, cubiertas sus testas con penachos de bellos plumajes, mujeres con singular belleza, piel canela y con hermosa vestimenta, usada el día de los sacrificios de doncellas y prisioneros de sus guerras floridas; sus cuellos adornados con cuentas de piedras preciosas que al principio se intercambiaron con ellos, por espejitos y oropeles. Posteriormente los saquearon para aumentar las arcas de la endeudada corona real europea. Les causaba pánico los sacrificios humanos entre estos pueblos; pero eran iguales o más crueles los asesinatos realizados por ellos para despojarlos de sus propiedades, herrarlos como esclavos propios. Para los conquistados, los sacrificios eran “solemnes” por sus creencias, las acciones de los conquistadores hacia ellos eran inhumanos asesinatos. Se maravillaron los extraños y crueles conquistadores de estas ricas civilizaciones que fueron colonizando, destruyendo o enterrando sus pirámides, templos sagrados y sus creencias, construyendo sobre ellos sus edificios que identifica a la Colonia y su religión

Con ellos no solo llegaron hombres ambiciosos y libertinos sacados de mazmorras medievales europeas; también arribaron hombres de fe en un solo Dios, que paliaron los sufrimientos, los abusos y la esclavitud de estos pueblos, por el sometimiento a la Corona Real, demandando su fin y a ser tratados con dignidad. El fecundo mestizaje, su primigenia gestación iniciaba con doloroso trabajo de parto, junto al sincretismo cultural y religioso. Los misioneros evangelizadores se esforzaron por hacer menos trágico el sojuzgamiento de estos pueblos ante la civilización Colonial.

 

Conseguidos sus propósitos en Mesoamérica, su ambición en buscar riquezas y naciones que conquistar, los encaminó hacia tierras septentrionales y otros puntos de este extenso territorio; al norte y noroeste. Sojuzgando pueblos en su recorrido, pueblos “olvidados de Dios”, pero más atraídos por la existencia mítica de siete ciudades donde abundaba el oro y la plata. Leyenda que habían escuchado, incluso en el viejo mundo de donde vinieron.

El incandescente sol de algunos lugares del Noroeste, les provocaba espejismos delirantes en algunas desérticas y abandonadas o poco pobladas tierras. El astro rey les quemaba su piel, no solo les sobre calentaban su metálicas armadura y cascos, sino sus ambiciosas mentes, creyendo ver refulgentes destellos dorados imaginando el codiciado tesoro ansiosamente deseado. Pero era la consecuencia de su deshidratado y terco espíritu de poseerlo, no solo el oro y la plata, su extenso territorio por conquistar. Riquezas que estos aventureros, algunos, no tenían en su lejana nación. Esas ciudades, Cíbola y Quivira, y su supuesta existencia era una leyenda trasmitida entre los mismos invasores; el oro y plata se convirtieron en “el lloró y no en oro”.

 

En el noroeste no encontraron aquellas grandes ciudades de los primeros reinos conquistados en Mesoamérica. Al sur y al norte de lo que es hoy Sonora y Sinaloa, encontraron tierras semiáridas y algunos desolados parajes y climas extremosos; caluroso de primavera a verano y parte del otoño, con gélidos inviernos, llenos de arbustos y mezquites, diferentes tipos de cactáceas (sahuáros, magueyes, biznagas y pitahayas). Sometiendo a naciones establecidas, tribus indomables, “gente de las más bárbaras y fieras del nuevo orbe” (S.J. Andrés Pérez de Ribas). Así eran algunos pueblos entre ellos, mayos y yaquis. Los Yo´emes; indómitos, aguerridos, orgullosos guerreros que defendían contra los invasores yoris (blancos) con fiereza persistente sus dominios que por derecho natural les pertenecía, avalados por sus repetidas huellas al andar por esos terrenos mostrencos: su Nación. Jiak Nau Joakame (Nación Yaki). Traducción tomada: Danzas, poemas, cuentos y canciones Yakis: García-Wikit, Santos. Historiador, poeta y lingüista Yaqui. Belém o Pitahaya 1910-2008 descendiente de Sibaláume, jefe Yaki)*. Con la misma obsesión de la conquista de Mesoamérica, llegaron a estas casi desoladas tierras. Varios intentos realizaron los extranjeros yoris para profanar sus territorios y despojarlos para concedérselos a sus súbditos, ayudados por tribus ya sometidas; más la resistencia principalmente de los yaquis, era férrea. El año 1533 incursionan por primera vez las huestes extranjeras a territorio de los yaquis y mayos, el Jefe Yaqui con un extremo de su arco, les pinta una raya diciendo: que si pasaban sobre ella morirían. A pesar de sus arcabuces y otras armas, los invasores fueron derrotados, retrocediendo para volver años después a sus propósitos. Encontrando la misma resistencia por grupos, ahora llamados por los conquistadores, “rebeldes alzados”; los Yoremes, seguían en su resistencia al igual que otros miembros de otras tribus. Pero poco a poco fueron ganando terrenos los invasores.

Casi un siglo después (1617) los misioneros Jesuitas, pactaron lo que no lograron los ambiciosos colonos, la Paz con los Yo´ emes. Los levantamientos con incursiones aisladas, tipo guerrilla, de varias tribus seguían intermitentes, con periodos de calma, ya que algunos de los pobladores, una vez evangelizados, trabajaban con los nuevos colonos. Estos no solo tenían que combatir a los alzados regionales, sino también a las incursiones depredadoras de los Apaches, sobre todo más al norte del Estado. “La Paz Yaqui” funcionaba en intermedios, principalmente durante la independencia los gobiernos en turno, les declararon la guerra para su exterminio, en periodo del porfiriáto, siendo deportados al campo de concentración en el Valle Nacional de Oaxaca y al Estado de Yucatán, como esclavos y laborar en los cultivos de henequén. Durante la revolución, fueron carne de cañón del caudillaje, siendo el General Obregón uno de estos caudillos que los utilizó.

No solo durante las épocas de la colonia, e independencia, perdieron sus “mostrencos” terruños, también parte de linaje, con el mismo mestizaje. Perdieron parte de sus nombres originales como: Sibaláume, Buitimea, Anguamea, Uvamea, Juzacamea, Jatomea, Siquimea, Cuamea, Anguamea, Cajeme, Tetakbiate, Muni, etc. Se anteponen nombres cristianos: Baltazar, Calixto, Juan, José María, Luis, Tomas, Santos (García Wikit), etc.

 

El General Lázaro Cárdenas del Río siendo Presidente (1934-1940), les “ratificó la posesión exclusiva” de 485, 235 hectáreas en la margen derecha del río Yaqui, que eran las más beneficias por los cauces naturales de agua del rio. Las tierras del margen izquierdo del rio y más al sur, era semiáridas, estaban enmontadas de mezquites y cactus -choyas, sahuáros, pitahayas, biznagas, etc.-, empezaron a desmontarlas en 1893 en adelante, con canales de riego, proyecto original del Sr. Carlos Conant. Transformando el Valle en un emporio agrícola con el tiempo, siendo dueños una gran mayoría de terrateniente favorecidos por los gobiernos post-revolucionarios; cierto que las hacían producir y dar auge económico a la región. Después vino otro reparto agrario en el gobierno de Luís Echeverría, donde dicen que se infiltraron “ejidatarios nylon”, que ni aprendices de campesinos eran (DICEN). El nuevo valle, se le nombró Valle del Yaqui, pero no es de los Yaquis.

Entonces ¿Qué paso con los terrenos que les dejaron a los Yaquis, casi 500 mil hectáreas? ¿Por qué no tienen el mismo nivel de producción? ¿Las crueles guerras anteriores, dejaron exhausta a la Nación Yaki, combaten pero no las trabajan como deberían? ¿Qué problemas sociales, políticos persisten hasta la fecha, para que una nación tan indómita y a la vez trabajadora, haya caído en un posible aletargamiento para trabajarlas, y hacerlas producir más? ¿Los usos y costumbres le impedirán que se note cierto bienestar social y económico en sus 8 pueblos y comunidades? Todavía muchos de ellos viven en casas de adobe o de carrizo con enjarre de lodo y ramadas con techo de carrizo; cierto es, con sus pequeñas antenas parabólica para la señal de televisión.

Será verdad o NO, la siguiente anécdota o charra, no lo sé: El Presidente Echeverría pasó con ellos una Navidad en uno de sus pueblos, les dijo con su singular discurso populacho: Les traigo a “regalar” hatos de ganado vacuno y caprino (desde entonces tenemos endémica la brucelosis en el Estado), como un complemento en su producción y alimentación. EEEHUUUI exclamó el Pueblo. También les traigo maquinaria. EEEHUUUI -volvieron a exclamar fascinados. Tractores – continuó el presidente- y semillas para que trabajen la tierra y la cultiven. Entonces se escuchan gritos de enojo- Uuhhhh que la chingada.

 

Espero que sea una maledicente broma de algunos “ogrotitanes” del otro Valle del Yaqui. ¿Pero en verdad, que le ha pasado a esta indómita Nación Yaki? Quizás José Ignacio Martínez Tadeo – el “Yaqui Justiciero”, dos veces diputado federal, o el insigne Poeta Yaki – el Netzahualcóyotl Yaki- Don Santos García Wiki, (QDEP); nos pudieron aclarar la verdad jurada. Inii yopnawakame jiapsi ee yumai waa jiak sontao (he aquí la contextura moral del Guerrero Yaki)*.

Dr. Raúl Héctor Campa García. 10 de octubre 2021

raulhcampag@hotmail @RaulHectorCamp1

Autor: Raul Hector Campa Garcia

Raul Hector Campa Garcia

Raul Hector Campa Garcia; es medico pediatra, autor de variados libros que van desde lo tecnico en su especialidad medica, hasta novelas, ademas es articulista socio politico en diversos medios impresos y electronicos

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